El mundo no está hecho para mochileros. Si fuera así tanto
pobres como ricos podrían caminan por el mundo por igual sin fronteras, sin
visas, sin reservas, sin rendir cuentas en controles migratorios y sin la
necesidad de demostrarle cuentas bancarias o tarjetas de crédito.
Pero la justicia es otra palabra hecha de viento, y esperar
por ella es seguir otorgando el “control” dejando que otros se hagan cargo.
Hay que aprender a vivir con lo que hay y cambiar lo que se
puede. Hay que moverse esquivando problemas y abriendo un camino que nos lleve
a ese maravilloso lugar donde las cosas son como queremos. A ese sitio
imaginario donde nos sentimos conectados con personas similares, donde podemos
apreciar nuestra existencia desde la cúspide de la vida.
Sabiendo esto y tomando el control, todos los miedos se
verán opacados por el entusiasmo de conocer un mundo mejor para nosotros.
Porque si hay algo que diferencia a los humanos de los animales y las máquinas,
es su capacidad de creer, de soñar, de percibir más allá de los explicable.
Pensar en todo esto me hizo despertar y desde entonces
tratar de despertar a los demás.
Ser un mochilero por el mundo es algo real, pero también una
metáfora válida para cualquier persona, pues la vida hay que vivirla como
mochilero: hay que llevar poco equipaje y vivir ligero, hay que amar al mundo y
a la gente no a las cosas, hay que estar listo para improvisar, para resolver
problemas, pero sobre todo hay que estar listo para abrir la mente y el corazon
para finalmente encontrar nuestro verdadero sendero.
Nelson Mochilero
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