viernes, 25 de noviembre de 2016

Relato 4: Bocas del Toro

Viernes 22 de febrero de 2008. 
Dejamos San Blas y había que volver a Ciudad de Panamá. Esa noche de viernes decidimos quedarnos a dormir en Panamá para luego el sábado salir para Bocas del Toro, situado en el norte del país sobre el mar caribe cerca de la frontera con Costa Rica. Esa noche tenia ganas de probar suerte así que me fui a un casino de la Vía España. Me llamo la atención lo bajo que estaban las fichas en la ruleta. Primera vez que el presupuesto me permite jugar dentro de un casino y no en ruletas electrónicas. Tuve mucha mala suerte y no pegue una. Igualmente estuvo bueno. Me daban de tomar y a lo ultimo me dieron una bandeja con una picadita.
El sábado nos la pasamos de vuelta en el Albrook Mall. Compre unas cosas mas y luego de cenar a las nueve nos tomamos un micro para Bocas.
Dormí como nunca antes arriba de un micro. Cuando llegamos a Almirante nos tuvimos que tomar un taxi hasta el muelle de donde salen las lanchas que nos llevaron hasta la isla Colon a la ciudad de Bocas. Allí se nos planteo la duda. Quedarnos en la ciudad de Bocas donde había movimiento y decían que había diversión nocturna pero no había playas (solo algunas pero quedaban muy lejos, sino había que ir a la isla Bastimento) o irnos a la isla Bastimento. No teníamos muchas referencias de esta isla. Apenas bajamos de la lancha pudimos darnos cuenta donde habíamos caído. Todos sus habitantes eran de raza negra. El idioma oficial que sus habitantes hablan es un ingles rastafari ya que son todos descendientes de inmigrantes de Jamaica y Barbados. Es un ingles totalmente deformado el cual si no te lo hablan despacio no se entiende nada. La verdad que no nos queríamos meter en cualquier alojamiento, por eso buscamos alguno maso menos presentable por lo menos de afuera. Encontramos uno lindo en la única calle, de tierra obvio, que hay en esta isla. Luego de lavar un poco de ropa sucia nos hicimos el almuerzo y nos preparamos para conocer sus playas. Para eso había que caminar cerca de veinte minutos por un sendero que te lleva a otro sector de la isla.
Es difícil después de haber estado en San Blas quedarse impresionado con alguna playa. Estas igualmente eran diferentes y se parecían a las de Tayrona. Durante el camino de vuelta al hostel veníamos pensando cuando y a donde irnos. 



Escrito por Matías Candel [maticandel@hotmail.com]

Relato 3: SAN BLAS

Jueves 21 de febrero de 2008. Me desperté a las cinco de la mañana tal como había programado mi reloj. Cinco y media estaba esperando con todo listo en la recepción del hotel. Aarón me dijo que nos pasaban a buscar en una camioneta 4×4 Lan Rover. No entendíamos por que se necesitaba una 4×4 para llegar a un pueblito y tomarse una lancha hasta la isla que nosotros íbamos. Unas dos horas después lo íbamos a saber. Subimos a la camioneta quince minutos después del horario pactado. Viajamos cerca de una hora y media para llegar a un camino de tierra. Ese era el punto de partida de la aventura. Fueron 40 km a pura adrenalina. Subidas, bajadas y curvas en pleno barro movedizo. La camioneta que estaba toda destartalada parecía una samba por cómo se movía. Había ciertas partes del camino que si no les ponía las cadenas a las ruedas la camioneta se quedaba. Encima me tocó viajar en la fila de asientos de atrás que se movían para todos lados. Y para colmo la camioneta tenía el tren delantero destrozado, así que la aventura fue doble. Por fin cerca de las diez y media llegamos la orilla de un río donde nos venían a buscar en bote para llevarnos a la isla. Éramos seis personas: cuatro israelíes y nosotros dos.

Llegamos a la isla Cartí. Me encontré con algo distinto a lo que me había imaginado. Pensaba que iba a dormir bajo una palmera y a pocos metros del mar. Pero para mi sorpresa me llevaron a un lugar donde había civilización. Nos asignaron una cabaña para los dos. Tenía una cama y una hamaca. Sin dudas elegí dormir en la cama. En realidad, esas “cabañas” son las casas de los indios kunas que algunas las alquilan para turistas. Estábamos alojados en una isla conviviendo con esa comunidad de indios. Jamás me imaginé esa situación. Estaba muy contento, con curiosidad y con ganas de más acerca de ellos. Previo al almuerzo Aarón nos dio unas palabras de bienvenida y nos hizo algunas aclaraciones, como la que no se les puede sacar fotos a las mujeres sin su previa autorización. Incluso te pueden llegar a cobrar un dólar. Estaba seguro que iba a poder sacar muchas sin pagar un solo centavo.


Nunca en mi vida comí en tantas comidas seguidas arroz, ensalada y pollo o pescado. Esa es la base de la alimentación kuna y por lo tanto en esos cuatro días que pasamos con ellos comimos eso. No me quejaba, ya me había acostumbrado, me gustaba y hasta repetía dos o tres veces por comida. Luego de ese primer almuerzo hicimos la primera excursión. Fue a la isla Aguja. Donde vivíamos nosotros no había playa, era como “la ciudad” a pesar de que no había luz eléctrica, ni nada como en las ciudades que estamos acostumbrados a ver. Cartí, esa isla “ciudad o pueblo” no medía más de unos 200m x 200m. Yo ya estaba demasiado ansioso por ver esas islas, esas playas y ese mar paradisíaco que tan famosas hacían a San Blas. Se dice que para creer algo hay que verlo. Yo lo vi y doy fe que existe el paraíso. Este primer paraíso se llama Aguja. Ya desde el bote y desde lejos se podía ver un conjunto de palmeras, algo blanco que era la arena y un cambio brusco en el color del mar. A medida que me acercaba más a la isla no podía creer lo que estaba viendo. La típica foto o postal que uno imagina o sueña con conocer la tenía frente a mis ojos. La arena no parecía arena, sino harina por lo blanco y lo fina. El agua era de un color turquesa pero muy muy clarito y transparente. Bajé del cayuco (es el bote en el que nos llevaban a las excursiones), dejé mi mochila, agarré un visor con snorkel y me fui al mar. Era hermoso ver la cantidad de peces que había, la variedad y el color que tenían.
Escrito por Matías Candel [maticandel@hotmail.com]

Relato 2: CIUDAD DE PANAMÁ

Miércoles 20 de febrero de 2008. Tuve el vuelo más corto de mi vida
Estaba muy feliz. Llegamos al aeropuerto Tocumen a eso de las nueve de la noche. Íbamos a viajar en colectivo hasta el centro, pero como era lejos arreglamos con un taxista que nos lleve. En el camino ya se podían ver las inmensas torres y rascacielos que adornan la ciudad con sus luces. Me di cuenta que llegué a la primer gran ciudad del viaje. El taxista resultó ser muy macanudo y nos recomendó un hotel en un lindo y tranquilo barrio como Bella Vista. Esa misma noche salimos a dar unas vueltas por la zona rosa, es decir, la zona donde está la movida nocturna. Por momentos me sentía en otro lugar. Podría ser en Beverly Hills, en algún barrio caro de San Francisco o en cualquier otro lugar donde haya alto poder adquisitivo. Nunca me imaginé encontrarme con los autos y camionetas que hay en Ciudad de Panama. Vehículos que en mi vida vi, ahora los tenía delante de mis ojos circulando por las calles. Me fui a dormir muy sorprendido.

El sábado por la mañana fuimos a conocer la ciudad vieja y el casco histórico. Para llegar tuvimos que caminar bastante ya que decidimos ir por la costanera y a pie. Recorrí toda esa parte de la ciudad y la encontré un poco abandonada y sin nada que me llamé la atención. Luego queríamos ir a una zona llamada Amador que nos habían dicho que tiene una linda amarra con barcos y que para pasear y almorzar es hermoso. Entramos a las oficinas de la policía de turismo a preguntar cómo llegar a ese lugar. Nos atendieron de una manera muy gentil y nos ofrecieron llevarnos en un patrullero porque no querían que pasemos por un barrio muy pobre que podía ser peligroso. Así que por primera vez en mi vida me subí a un patrullero de la policía. Estuvimos charlando y se ve que les caímos bien porque no solo nos llevaron hasta ahí, sino que recorrimos toda esa zona arriba del patrullero.
Y por último nos llevaron al shopping más grande de la ciudad: Albrook. Este mall es realmente enorme. Fuimos directo a comer al patio de comidas. El resto del día lo pasamos haciendo shopping. Primero en Albrook y luego fuimos a la zona del centro para seguir caminando y viendo que hay de interesante para comprar. Llegamos al hotel destrozados. Fue sin duda el día que más caminamos. Me fui a dormir luego de una cena a base de frutas y de dar una vuelta y entrar a un par de lugares en la zona rosa.

El domingo arrancamos más tarde de lo común. Llegamos al Canal de Panamá cerca del mediodía. Sacamos el pasaporte completo que incluye además del mirador la entrada a ver un vídeo y un museo muy bien hecho. Es muy interesante ver cómo funciona todo el sistema del canal. Tuvimos la suerte de poder ver en vivo cómo funcionan las esclusas y como los barcos van pasando a través de este. Es realmente una obra impresionante de ingeniería la que se basa principalmente en una fuerza llamada gravedad. Cuando salimos del canal nos fuimos a comer al Albrook ya que estábamos bastante cerca y además se come muy bien y no es para nada caro. En la mañana habíamos llamado a ese indio Kuna llamado Aarón y no logramos comunicarnos. Al rato por suerte me logro comunicar y el sueño de conocer San Blas ya era real. Arreglé todo y al día siguiente nos pasaba a buscar por el hotel una 4×4 a las 5:30 de la mañana.
Islas de San Blas, hogar de los indios Kuna, paraíso total, es el tema del próximo relato.

Escrito por Matías Candel [maticandel@hotmail.com]

Relato 1: Como me Convertí en Mochilero

El mundo no está hecho para mochileros. Si fuera así tanto pobres como ricos podrían caminan por el mundo por igual sin fronteras, sin visas, sin reservas, sin rendir cuentas en controles migratorios y sin la necesidad de demostrarle cuentas bancarias o tarjetas de crédito.

Pero la justicia es otra palabra hecha de viento, y esperar por ella es seguir otorgando el “control” dejando que otros se hagan cargo.

Hay que aprender a vivir con lo que hay y cambiar lo que se puede. Hay que moverse esquivando problemas y abriendo un camino que nos lleve a ese maravilloso lugar donde las cosas son como queremos. A ese sitio imaginario donde nos sentimos conectados con personas similares, donde podemos apreciar nuestra existencia desde la cúspide de la vida.

Sabiendo esto y tomando el control, todos los miedos se verán opacados por el entusiasmo de conocer un mundo mejor para nosotros. Porque si hay algo que diferencia a los humanos de los animales y las máquinas, es su capacidad de creer, de soñar, de percibir más allá de los explicable.

Pensar en todo esto me hizo despertar y desde entonces tratar de despertar a los demás.

Ser un mochilero por el mundo es algo real, pero también una metáfora válida para cualquier persona, pues la vida hay que vivirla como mochilero: hay que llevar poco equipaje y vivir ligero, hay que amar al mundo y a la gente no a las cosas, hay que estar listo para improvisar, para resolver problemas, pero sobre todo hay que estar listo para abrir la mente y el corazon para finalmente encontrar nuestro verdadero sendero.



Nelson Mochilero

jueves, 24 de noviembre de 2016

Hospedaje


Cuando se visita un país con un alto desarrollo económico e inmobiliario como lo es Panamá, encontrar opciones de alojamiento para un presupuesto apretado puede ser difícil, pero nada es imposible. Existen varias opciones dentro de la ciudad como “Los Mostros Hostel”, “Hostel Siriri”, “Luna’s Castle” por mencionar algunos, quienes ofrecen tarifas de entre $11 y $18 por una cama en habitación compartida o entre $30 y $50 por una habitación privada.

Alojamiento económico también pueden encontrarse en destinos populares en el interior como el Valle de Antón, donde una buena opción es el hostal “Bodhi Hostel & Lounge” situado cerca del centro del pueblo, o si busca algo más cerca de la naturaleza “Mamallena Eco Lodge” en las montañas próximas al Valle, ofrece cabañas ecológicas, habitaciones compartidas, y cabañas con vista al río.



Otra muy buena opción para encontrar alojamiento a bajo costo dentro y fuera de la ciudad, es la plataforma “AirBnB” (www.airbnb.com.pa). donde se pueden encontrar desde habitaciones compartidas en hostales hasta acogedores Bed & Breakfast y casas vacacionales completas accesibles a todos los presupuestos. Esta plataforma le da la oportunidad de encontrarse y conocer a los anfitriones, en su mayoría locales o expatriados quienes rentan un espacio de su propiedad y su tiempo a mochileros.

¿Dónde ir?


Panamá ofrece opciones para todos los gustos. Si lo que está buscando es una soleada playa sus opciones son Bocas del Toro, Playa Venao, Santa Catalina o Costa Arriba de Colón. La playa menos concurrida y más hermosa podría ser Costa Arriba, en el lado caribeño del Istmo, donde puede disfrutar de un ambiente mochilero en hostales como “Wunderbar” en Puerto Lindo o “Sister Moon” en Isla Grande.

Para aquellos que gustan de las aventuras en el bosque, Panamá cuenta con varios parques y reservas forestales, muchas de ellas tienen instalaciones especiales para acampar, además de duchas, servicios sanitarios y guardaparque que garantizan su seguridad.

Panamá es muy diversa en cultura, y mochilear por sus carreteras, pintorescos pueblos, playas prístinas y sus salvajes bosques brindan una experiencia que lo hará pensar en regresar





Fuente Por Gabriel Guandique

Alimentación


Mochilera explorando las carreteras de Panamá.



Existen muchos restaurantes con opciones de comida típica panameña, estos en su mayoría ofrecen una excelente experiencia culinaria, pero a un costo más elevado. Atreverse a comer en una “fondita” local, es sin duda una opción económica, pero siempre se puede hacer una parada rápida en alguno de los supermercados, casi siempre localizados en las cercanías de las estaciones de autobuses, para comprar algunos víveres para el viaje. De todas maneras, la mayoría de los hostales ofreces opciones bastante económicas de alimentación, aunque suelen variar muy poco.




Fuente Por Gabriel Guandique